Este fue el vídeo del que sobre el que hice mi reflexión y aquí os la dejo.
El trabajo de reflexión lo he realizado sobre un vídeo
del TED. En este documento audiovisual, habla César Bona, un joven profesor
español que imparte sus clases desde una perspectiva innovadora con resultados
muy positivos. Debido a su excelente labor, ha sido nominado al Global Teacher
Price, que es considerado, el nobel de la enseñanza.
Al comienzo de la charla César habla de lo influyente que
es un profesor respecto a sus alumnos, todo el peso que hace recaer sobre ellos
haciendo amar una asignatura o una sesión de enseñanza o por el contrario
odiarla por completo. Este
principio ha provocado que rememore mi época de estudiante y se me vengan
experiencias a mi cabeza, sintiéndome identificada con él. La verdad es que no
me agrada nada que regrese a mi pensamiento esa profesora de mal genio y
chillona que causaba en mi personita un estado de nerviosismo y malestar (obviamente,
no siendo la única alumna). “Señorita por favor, cuénteme la lección” y sin
problema yo se la repetía una y otra vez, no fui mala alumna ni en
calificaciones ni en comportamiento en el aula. Sin embargo, me da vergüenza
admitir que de esa lección que me hacía repetir he olvidado casi todo, siendo
hoy en día adulta y muy a mi pesar, no sabiendo responder a algunas preguntas
básicas de geografía. Hoy por hoy me puedo poner a su altura y juzgarla como
persona que ha evolucionado acorde con mi edad y decir que fracasó totalmente
como profesora, haciéndonos sentir incómodos en su clase y creándonos un
espacio en blanco conocimientos esenciales.
César afirma que “una persona deja de aprender porque
pierde la curiosidad no porque crezca”. A los niños por desgracia, en numerosas
ocasiones, se les amputa esa capacidad de duda, de intriga y de querer buscar
una respuesta. La manera de enseñar de su “superior”, provoca en ellos la
visión de que ir al colegio es una obligación
y esto anula el ansia del aprendizaje. El
método de César, pretende generar el
estudio a través de preguntas, y que este cuestionamiento, evolucione y mute en
forma de un trabajo diferente, con la intención de que resulte interesante a
quienes va dirigido.
Este magnífico docente, se siente afortunado de poder
trabajar cada día con las mentes del futuro. Mentes, fervientes de creatividad,
sin pavor a invitarte a entrar en su mundo interior.
Adora educar en colectivo, en “manada” como dice él. Esto ayuda al
funcionamiento de la clase y las diferentes características de los alumnos no
le impiden en absoluto llevar a cabo sus clases a través de su método. Al
contrario, esto supone un reto para él, la búsqueda de nuevas formas de hacer y
de plantearse su trabajo. El crecimiento que le supone tanto laboral como
personalmente lo aplica día a día en su vida, por esto se siente en su trabajo
como pez en el agua.
Él reitera que no solo se necesita vocación para ser
profesor, también hay que tener actitud. Y volviendo al tema del principio
recuerdo también a otro profesor que me dio clase, esta vez de instituto. Era
momento de elegir bachillerato y cada uno decía su elección acorde con su
propuesta de futuro. Llegó mi turno, que quisiera hacer Bachillerato de artes y
estudiar Bellas Artes iba a estar bien, siempre que quisiera ser una muerta de
hambre y tener un marido con un buen puesto de trabajo para que me mantuviera.
Después de esto continúo diciendo que me veía más capacita que para estudiar
otra carrera que esa sin salida, en la que sólo entraban los que sobraban. Esta
conversación se ha quedado grabada en mí, pero qué se puede esperar de una
persona podrida que intenta dar elecciones de vida. En numerosas ocasiones por
desgracia, se encuentran dando clase profesores frustrados y mediocres, que
pretenden hundir y apagar los sueños de los más pequeños.
No incrimino a este, profesor, si así se le puede llamar, por no
compartir mis ideas, pero sí por no respetarlas, por no usar una pizca de
pedagogía conmigo, asignatura que no debió dar, de la cual se percibe su
carencia.
Por suerte hacia a mí, nunca se dirigieron con un “tú no
sirves para nada”, pero sí lo he escuchado en mi aula. ¿Acaso esas palabras van
a ayudar o a potenciar de alguna manera al alumno? Todo lo contrario, en vez de
escucharle de interesarse, (algo por lo que además se paga al profesor), es
mejor obviarlo y criticarlo, que el problema se resuelva solo, asunto que no se
resuelve y continuar con el ritmo de clase.
Una actitud sana ante la clase, esperanzadora, real en la que el pilar
es el respeto y a partir de él brotan otros muchos valores, hace que la
conducta de los niños sea la misma y si se da el caso de tener un niño rebelde
como es normal, es más fácil guiarle a tener un comportamiento correcto.
Su principio es el respeto y su fin es la felicidad del
niño. No le importa la formación de carreras, másters e idiomas que pueda
tener, siempre que la educación y el saber
estar prescindan en las aptitudes de la persona. Está claro que este hombre
quiere llenar el mundo de personas respetables que compartan unos valores en
los que la unidad y la colaboración estés por encima de la competencia y
rivalidad. A todos nos gusta que nos atienda el camarero agradable y no salir
de la consulta del médico borde, como vemos, los estudios no dan la calidad de
la persona, esos valores son unitarios e independientes.
Hoy en día me alegro de no haber hecho caso a ese
profesor que un día de vuelta a mi casa, me provocó lágrimas. El haber podido
llegar a cumplir uno de mis sueños, el ser valiente y hacer lo que sentía,
espero que me de el fruto el día de mañana de poder ir con una sonrisa al
trabajo que me gusta. En mi elección he apostado por mi felicidad y rechazado
la retribución que hubiera conseguido con más facilidad en un trabajo del que
me sentiría presa.
Por último César reconoce que es importante dar las
herramientas eficientes a los niños, porque son los adultos del futuro, pero
sin olvidar que son habitantes del presente.
Quiero terminar mi análisis personal con esta frase,
“quien se atreve a enseñar nunca debe dejar de aprender”.
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